
Aunando los elementos estimamos necesario hacer una serie de nombramientos para poder dimensionar un fragmento de las situaciones que pueda estar cruzando por la mente de cualquier individuo que asuma un papel como tal en nuestros días. En estas relaciones entran los que hacedores, los conocedores no sólo de la comunicación, la filosofía ó el diseño, sino de cualquier otra ciencia, disciplina, arte, oficio ó modo de sobrevivencia hoy en día.
Y tales invocaciones son a conceptos primigenios como la idea, la visualización, la comprensión, el sentido, la repetición, el ritmo, el estímulo, la estrategia, la respuesta, el uso, la recursividad, la creatividad, la innovación, el desarrollo, el punto de vista.
Seamos flexibles y verifiquemos que tan grande, pequeño, profundo ó superficial es, o puede llegar a ser, nuestro entendimiento. Todas ellas (las palabras a las que nos hemos remitido) se extractan de una imagen mental que representa un estado de cosas en concreto.
Desde la humanidad primera hasta el día de hoy, la imagen ha sido el centro de atención y la verdad absoluta. Mitificada, simbolizada, representada, estructurada al antojo del ser humano ó vivificada por suerte de una conciencia universal (el azar de un modo u otro) transmite a quien la vé todo un sentido, una dirección en que la información (como se concibe hoy día: poder, conocimiento) queda desvalida ante un registro sencillo del comportamiento de la naturaleza: un fenómeno natural, una corrección de postura del planeta ó cualquier otro suceso incontrolable.
Esa es la crisis del creador, del genio: cuando una imagen nos significa, nos muestra de manera inmediata, como en la vertiginosa visión de un "aleph", lo que no conocemos pero necesitamos ver; el problema viene luego, cuando sea para otras cosas como idear, representar y simbolizar.
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